Un don del cielo
Los antiguos griegos lo conocían como don del cielo o “suerte recibida que conviene proteger”. Consideraban que su posesión era equivalente a tener un Dios dentro de uno. Le otorgaban nada menos que las propiedades de enérgico y poderoso, acompañadas de fuerza y sabiduría. Otras teorías lo consideraban energías creadoras del universo.
Hablo, como no podía de otra manera, de mi estimado y practicado, entusiasmo. Una fuerza que se siente; una cualidad que conquista; una convicción incondicional; una pasión contagiosa. La diferencia entre la victoria y el fracaso.
El entusiasmo es emoción y confirmación; es motivación e iniciativa; es movimiento y transformación; es acción y reacción; es proactividad.
Potencial, capacidad, desarrollo, crecimiento y triunfo son sus señales de identidad. “Para tener éxito”, dijo Churchill, “uno tiene que estar preparado a pasar de fracaso en fracaso, siempre con el mismo entusiasmo”.
¡Entusiásmate!